El Istmo de Tehuantepec: frontera de la soberanía nacional *

El 1º de enero de 1994, momento de despegue del Tratado de libre comercio de América del Norte que ofrecía la incorporación de México a los frutos del progreso, una voz indígena se alzó hablando de soberanía, de dignidad. Tres años después, con la complacencia y entusiasmo del grupo gobernante, se construye aceleradamente el proyecto más atentatorio contra la soberanía nacional que sus promotores llaman Programa de desarrollo integral del Istmo de Tehuantepec.

El sureste de México forma parte de la franja de mayor riqueza biológica del planeta. En los trópicos habita el 70 por ciento de los seres vivos y, particularmente, “las selvas tropicales son los ecosistemas más eficientes en la transformación de la energía solar en biomasa [así como] responsables del reciclado del 60 por ciento del agua dulce continental”[1].

Además de la reserva de Montes Azules, única por su diversidad y por la gran cantidad de especies endémicas que alberga[2], se puede afirmar que en conjunto el sureste de México es una de las áreas prioritarias para la conservación y desarrollo de la vida en la Tierra y constituye uno de los tres bancos fundamentales de información genética del mundo.

La relevancia de la biodiversidad y la urgencia por preservarla y protegerla no derivan solamente del riesgo en que ha sido colocada por la manera descuidada y agresiva con la que se despliega la avidez capitalista sino porque, a partir de la introducción de la microelectrónica como parte del paradigma tecnológico, se amplía de manera definitiva la posibilidad de analizar los procesos genéticos complejos y de utilizarlos de manera productiva. Es por esto que la biodiversidad misma, con sus infinitas variantes, se convierte en elemento esencial del desarrollo de las alternativas tecnológicas del futuro a través de la ingeniería genética y en materia prima estratégica de la competencia intercapitalista.

Quizá por sus condiciones privilegiadas para el desarrollo de la vida, el sureste ha sido lugar de asentamiento de un conjunto variado de pueblos. Olmecas, mixtecos, zapotecas y mayas han habitado esas tierras desde antiguo y, a pesar del sacrificio en vidas humanas que significó la conquista y después la modernización de la zona, han sido capaces de mantener un mosaico de colores, costumbres y culturas que revela un profundo conocimiento del medio ambiente y experiencias diversas de aprovechamiento del mismo que pueden en este momento servir como punto de partida para su sistematización productiva.

Sin embargo, este paraíso ecológico, paradójicamente contiene en sus entrañas la causa de su destrucción[3]. Efectivamente, la abundancia de petróleo y minerales diversos en el subsuelo, entre los cuales destaca el uranio, lo someten a la voracidad de propios y extraños.

La esencialidad del petróleo para el funcionamiento del actual patrón tecnológico resulta en parte de sus características energéticas, pero también de su versatilidad. El petróleo constituye la base de toda la química orgánica y alimenta de materias primas a la mayor parte de la industria[4] y es en ese momento el producto más importante en el mercado mundial por el momento de sus transacciones. Es, por lo mismo, uno de los mayores atractivos de esta región y uno de los elementos que confirman su importancia estratégica.

Esta maravillosa y rica porción del territorio de México cuenta, además con una ubicación y un perfil geográfico que la colocan en la posibilidad de convertirse en el cruce de caminos más transitado del mundo mediante la transformación del Istmo de Tehuantepec en canal interoceánico multimodal.

El programa de desarrollo integral del Istmo de Tehuantepec, impulsado por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes junto con los gobiernos de los estados de Oaxaca y Veracruz, pretende organizar una franja territorial conformada por 31 municipios de Veracruz y 49 de Oaxaca en un moderno centro internacional de distribución y ensamble de mercancías, bajo el liderazgo de una empresa (o grupo de empresas) ferrocarrilera con experiencia internacional.

De acuerdo con un resumen ejecutivo del proyecto, realizado por la consultoría de Felipe Ochoa y asociados, los dos puntos extremos del canal son Salina Cruz y Coatzacoalcos y la zona de desarrollo comprendida abarca un complejo industrial en el que se refina la tercera parte del crudo producido en el país y se elabora el 88 por ciento de los productos petroquímicos.

Las vías de tránsito interoceánico están contempladas a cargo del capital privado y consistirían en carreteras, una ruta fluvial aprovechando el tendido natural de la zona (centralmente el río Coatzacoalcos) y, como eje articulador del conjunto, la línea del ferrocarril transístmico, la que deberá quedar a cargo de una de cinco empresas propuestas: todas extranjeras, cuatro estadounidenses y una canadiense. Una de las iniciativas a cargo de la empresa ferroviaria, que por supuesto tendrá que someterse a las formas establecidas por la dinámica de privatización de Ferronales, será el acuerdo con alguna de las tres empresas que cubren las rutas del este de Estados Unidos.

En pleno neoliberalismo, bajo el supuesto de la mayor libertad de mercado, el proyecto transístmico está concebido desde su inicio para ser gestionado y aprovechado por grandes monopolios de capital extranjero ya que explícitamente se señala, como propósito, “desarrollar un sistema eficaz y eficiente de transporte integrado que genere economías de escala al transporte intermodal, con un responsable único…”[5], a escoger entre cinco estadounidenses.

El proyecto está pensado en términos de tránsito tricontinental y en esa medida se propone como posible zona ensambladora bajo el régimen de maquila aplicado en la frontera norte o similares. De esta manera se involucraría a  los alrededor de dos millones de pobladores del lugar, ya sea como estibadores, controladores de lugar, ya sea como estibadores, controladores de paso a maquiladores y se disminuiría su reticencia. ICA, GMD y Tribasa son las únicas empresas mexicanas propuestas y sólo se consideran en el caso de construcción o ingeniería especializada.

Alrededor de las actividades propiamente de distribución y tránsito se agrupan 11 paquetes de proyectos que son considerados como detonadores del desarrollo económico regional. 4 de ellos se refieren a la creación de infraestructura con una inversión de 1,760 millones de pesos (marzo 1996) y los otros 7 se ubican en el sector productivo con 16,946 millones de pesos de inversión de los cuales el 64 por ciento va a química y petroquímica y otro 29 por ciento a refinación. Esto colocaría al proyecto en su conjunto en calidad de enclave para la extracción de materias primas, a no ser por la importancia que se le concede como vía de paso del comercio mundial.

Planteado de manera más inmediatamente lucrativa, este proyecto, sin embargo, coincide en el tiempo y en algunos de sus propósitos con la preocupación creciente de la Semarnap por impulsar en toda el área de la selva Lacandona proyectos de desarrollo sustentable, en los que los principios de conservación de la biodiversidad se confunden con su aprovechamiento productivo. Es decir, se propone reforestar en zonas de explotación agrícola no rentable (¿habría que pensar aquí en los sembradíos de las comunidades indígenas?) o en espacios superfluos dedicados a la ganadería bajo un régimen extensivo (y que se contraponen a los criterios de la rentabilidad y la competencia internacional).

Además de los proyectos forestales, que no necesariamente son de reforestación como en el caso de las plantaciones de eucaliptos, se busca impulsar la producción de palma Xate que, a decir de los especialistas[6], exportada masivamente a Estados Unidos y cualquier averiguación sobre sus usos es rápidamente disuadida.

En el mapa se puede apreciar la magnitud del territorio comprendido en el programa de desarrollo integral del Istmo de Tehuantepec y su localización estratégica. Con la construcción del corredor transístmico, y con la privatización de las rutas de comunicación y los puertos en los dos extremos, México quedará separado en dos partes. La región que concentra la mayor riqueza en petróleo de México y, de acuerdo con algunas estimaciones[7], de toda América del Norte y una de las tres más ricas en biodiversidad del planeta, quedaría segregada del resto del país. ¿No es esto la balcanización que supuestamente molesta al gobierno que está auspiciando este proyecto? ¿Requerirán permiso de tránsito chiapanecos, tabasqueños o campechanos que quieran venir a la capital del país? ¿Es por eso que no se puede aprobar el proyecto de autonomías indígenas?

[*] Publicado en el suplemento La Jornada del Campo, periódico La Jornada, 28 de mayo de 1997.

Para citar:

Ceceña, Ana Esther. El Istmo de Tehuantepec: frontera de la soberanía nacional, La Jornada del Campo, México, 28 de mayo de 1997, pp. 11-12.

 

[1] Semarnap, Memoria de la primera reunión de análisis e integración del programa de desarrollo regional sustentable para la selva Lacandona, 1995.

[2] Ver mi artículo Chiapas y sus recursos estratégicos, escrito con Andrés Barreda, en Chiapas, no. 1, ed. ERA, México, 1995.

[3] Sobre este punto ver Alejandro Toledo, El desastre Ecológico del Sureste, La Jornada Ecológica, 18 de marzo de 1996.

[4] Sobre la importancia estratégica del petróleo en el proceso global de reproducción ver los capítulos: Los energéticos como límite al desarrollo capitalista y La industria química: espacio de intermediación global en Ana Esther Ceceña y Andrés Barreda (coords), Producción estratégica y hegemonía mundial, ed. Siglo XXI, México, 1995.

[5] Subrayados míos.

[6] La investigación más detallada sobre el caso fue realizada por Cuauhtémoc González Pacheco y se encuentra inédita.

[7] Andrés Barreda es uno de los investigadores que más han trabajado sobre este caso. La información proviene de sus conferencias.

Programa de Desarrollo Integral del Istmo de Tehuantepec, 1997.