Sentidos, medios y emancipación

 

Desentrañar el significado de la violencia capitalista que se impuso en el mundo supone subvertir las narrativas que la acompañaron desacreditando todas las grandes civilizaciones con las que se confrontó; supone reconstruir la historia desde ellas con todas sus derivas posteriores; supone recuperar nuestros otros lugares epistemológicos; supone rearmar las imágenes desordenadas por el poder pero, sobre todo, encontrar nuestras propias imágenes.

Después de 3 o 4 décadas de neoliberalismo el mundo se encuentra en muchos sentidos desertificado. La competencia se desplazó del mercado al territorio y una nueva gran conquista se puso en marcha. El capital disputaba el acceso directo y exclusivo a las fuentes de riqueza y de poder que no podían ser simplemente removidas: las selvas del mundo, las fuentes de agua, los yacimientos de metales e hidrocarburos. La apropiación implicaba un trabajo in situ que propició un cambio de territorialidad.

Fueron décadas de una dura disputa político-cultural en la que las tecnologías del poder trabajaron arduamente por transformar la realidad en una imagen que nadie podía asumir como propia, pero que era insistentemente colocada en los medios de difusión masiva como incuestionable. La historia era un enemigo a vencer y todos los recursos del poder se volcaron a esa tarea. 

A los territorios geográficos se sumaron los cuerpos y las mentes.